miércoles, junio 21, 2006

p y la gran matanza

era el primer día del verano, p podría haber puesto como excusa el sofocante calor, podría haber dicho como dice la canción que se sentía como el tiempo, loco y molesto. pero a estas alturas todos sabemos de la misión divina de p. aquel primer día de verano sus sentidos se dispararon, una oleada de ángeles tomó la ciudad.
p tomó sus armas y bajo a la calle, donde el calor derretía el asfalto, donde lo que otros denominarían locura se convertía en bendición.
en una mano la recortada, en los bolsillos las pistolas, en la espalda la espada. la espada que, según p, le fue entregada por el mismísimo dios.
la gente no podía hacer otra cosa que correr, los ángeles no podían más que llorar antes de que p les mandara de regreso a su sitio.
aquel primer día de verano la ciudad tiñó de rojo sus calles. p regresó a su casa, a los brazos del mismo dios que le había mandado a la tierra, y espero que él volviera a encomendarle una nueva misión.