en medio del silencio, sumergido en la morfina, miro mi pierna y recuerdo qué es lo hago aquí.
ahora, cuando estoy solo, una urraca me viene a visitar. se posa en el quicio de la ventana, agita sus alas, mueve rápidamente el cuello de un lado a otro, y después se queda inmóvil mirándome.
le digo, menos mal que no eres un cuervo, menos mal que no soy edgar allan poe, menos mal que hay alguien que controla mis dosis de morfina.
la urraca gira otra vez el cuello y se va.