mi hermana trabaja por las mañanas, yo me quedo en casa, escribiendo en mi cuaderno. ella viene a la hora de comer, dormimos un rato. cuando me he despierto, ella ya se ha marchado a hacer la compra. yo leo, riego las plantas,... la misma rutina se impone desde hace mas de treinta años. si alguien viera nuestra rutina se extrañaría, mi hermana y yo apenas hablamos. si a ella le molesta algo que hice ya se su cara de represalia, y ella sabe que si me molesta en algo a mi arqueo la ceja y tuerzo ligeramente el cuello. no sé hace cuanto tiempo ya decidimos vivir en el silencio, ignoro como será su vida en el trabajo, y si se ve obligada a hablar. yo escribo en papel para no hacer ruido, la maquina de escribir de mi padre permanece escondida en un armario.
hoy, mi hermana compró unos zapatos, me los ofreció para que me los probara y yo la sonreí dándole las gracias. me los puse y la goma hacía roce con el parqué de casa, enseguida me los quite, antes de que a mi hermana le diera tiempo de venir a ver que pasaba con semejante estruendo.
en las noches de verano el ruido de la ciudad nos llega a molestar bastante, haciendo a veces que rompamos nuestro sagrado silencio de la casa con algún gruñido corto, o algún suspiro de desesperación.
alguna vez sugerí, rodeando el anuncio con un circulo, que los veranos nos fuéramos de la ciudad, pero siempre mi hermana se negaba a abandonar la casa de mis padres y enseguida se ponía a hacer labores de la casa, dándome a entender que había muchísimas cosas por hacer como para irnos.
los domingos paseamos por el parque, hasta que me paro en seco y ya no sigo andando, para decirle que volvemos a casa, que ya se cansó mi estúpida pierna. durante todo el camino de vuelta ella agarra mi brazo y me sirve de segundo bastón.
me siento culpable, yo nunca quise otra vida, y ella por cuidar de mi se ha quedado sin otra más que esta, llena de un silencio excéntrico y conmigo, su hermano viejo, cojo y disfuncional...
(con todos mis respetos señor julio f. c.)