martes, octubre 17, 2006

día quince

dedicamos la mañana a comprar libros y artesanía en metepec. hoy es nuestro último día juntos. "¡no encuentro el pasaporte, tío!”. cunde la alarma entre mis dos compañeros de viaje. “vámonos a casa a buscarlo”, “estará allí no te preocupes.”
tras toda la alarma, el pasaporte estaba en la casa. aunque de mi boca tenía que salir un “ya lo dije” no lo hace.
uno de nosotros se va de boda. nosotros nos quedamos jugando al fútbol en el jardín.
por la tarde paseamos por metepec. vemos una boda en la pequeña ermita de la montaña. “ya andan algo talluditos los dos para casarse.” gente vestida de domingo tira arroz, y el cielo se va poniendo gris.
el cielo estalla. nunca había visto llover de tal forma, se va la luz. “joder, hoy no salimos”, el alarmista del pasaporte ha hablado. yo digo que si salimos, pero llega un momento que hasta dudo de mi positivismo. cuando el cielo parece que se caerá sobre nuestras cabezas.
nuestra parte que andaba de boda regresa al rescate. al menos la luz ha vuelto. hacemos el equipaje y nos tomamos nuestro último tequila en méxico. vamos al coche, yo voy con una cerveza en la mano.
parece que vamos montando en una balsa, como aquella de los manglares. el agua salpica por los laterales del coche.
en el aeropuerto nos despedimos de la familia que nos acogió por unos días, la familia de un tercio de nosotros.
dos tercios de nosotros cruzarán el atlántico, otro se queda allí. un soplo arruga mi corazón cuando abrazo a mi carnal, cuando le digo que nos vemos pronto y que todo le vaya bien.
se aleja, nos alejamos.
un hermano mío se casa en abril, tengo la necesidad imperiosa de regresar a méxico, y será en abril.




* ahora soy otra persona, “los viajes nunca terminan”.