lunes, noviembre 07, 2005

síndrome de estocolmo

intento dormir algo en el aeropuerto, recurro incluso a la última de las pastillas que quedan de mi abandonado tratamiento. he estado escribiendo bastante, he leído un poco y empieza a entrarme el sopor. duermo un poco, tal vez casi una hora, hasta que noto la presencia de alguien, me froto los ojos con tanta fuerza que podría haberlos sacado directamente. ese alguien es un ella que me habla en inglés. tiene unos treinta años, no sabría decir cuantos exactamente, pero es mayor que yo. rubia, ojos verdes, unos finísimos labios,... me dice que lamenta despertarme, pero que necesitaba hablar con alguna persona. yo pienso que me toca un marrón aburrido de aguantar alguna historia chunga. seguimos hablando y me dice que me ha estado viendo escribir, me pregunta si soy escritor, si, lo soy, digo yo, aunque sea mentira. tomando cómo base mi profesión ficticia me voy construyendo otro yo.
ella me dice que sale en el avión que va a estocolmo a las 6:50, yo le digo que salgo hacía madrid en el de las 7:15. una conversación normal en la que hay un silencio y ella habla, me dice, que me vio durmiendo y que estaba muy guapo. medio sonrió, porque no se me ocurre nada que decir. si quieres, podemos ir a follar al baño, así la espera se nos hará menos larga...
mi yo escritor dice que vale, cómo si me hubieran ofrecido un cigarro, yo no termino de creer nada de lo que pasa.
follamos en el baño de minusválidos. terminamos y entre jadeos me dice que lo necesitaba, que llevaba casi un mes sin follar. yo no digo nada, mejor que no sepa de la sequía de cinco meses.
regresamos a nuestros sitios de espera. si me vuelve a apetecer vendré aquí, meteré la mano por debajo de tu camiseta y te despertaré. si te apetece a ti, ven hasta dónde estoy y dame pequeños mordiscos en la mano.
realmente ella tenía la situación en sus manos, sabía lo que quería y que jamás en esta madrugada yo iba a poder negarme. la mujer maneja al proyecto de hombre.
no duermo y paso un tiempo mirando a mi bella carcelera. nadie alrededor sospecha nada, y si lo hacen, ¿qué más da?.
la vergüenza me impide levantarme, y ella vuelve aquí siempre que quiere. según avanza la madrugada me decido a levantarme por primera vez hacía ella. mordisqueo suavemente su mano, ella se despierta y me sonríe. por fin vienes, señor escritor, y vamos de nuevo hacía el baño.
el aeropuerto se empieza a llenar de más gente, y ambos estamos más cansados. duermo en mi banco, me susurra al oído y me dice, adiós señor escritor, recordaré roma por ti, desde mi espalda besa mi cara y acaricia mi cabeza, me giro y veo cómo se aleja.
desde los ventanales observo cómo el avión con destino a estocolmo despega, vuelvo a madrid. a veces, la realidad acaba siendo más extraña que la ficción, lo dijeron bad religion.