las tardes de duermevela se apoderan de los días. muerte
cerebral, y sin embargo, las dudas toman
el control de la mente y el cuerpo, empujándolo a una inercia para que continúe
todas sus rutinas diarias. la cabeza arrastra los pies, los ojos no quieren ver,
se pierden mirando la nada, los oídos no escuchan latir al corazón. las manos,
en huelga, no sirven para nada, caen frágiles sobre el regazo. respiración
lenta, a veces un extraño ruido acompaña la recogida de aire, como un pitido
ronco que sale de la misma garganta.
encerrado en un antiguo sanatorio para tuberculosos, sentado
al aire libre en una mecedora con una manta sobre las piernas.
duermo, derrocado derrotismo.