la peor de las ventiscas sacudía aquella noche la ladera de la montaña. en el suelo de la tienda de campaña, cansado, perdido y al borde de una hipotermia, el montañero ve cómo todo se va acabando.
sus pies están helados, hace tiempo que dejó de sentirlos. su nariz se volvió azul, sus ganas de llorar desaparecieron en el mismo instante en el que sus lagrimas se congelaban al salir de sus ojos. todo estaba llegando al final, el cielo se abría sobre su cabeza y dejaba caer, con ira, el más devastador temporal, el frió más extremo.
los ojos del montañero se iban cerrando, se iba entregando a una muerte que ya le tenía vencido.
nunca se engañó a sí mismo, él sabía que esto tendría que pasar tarde o temprano.
mientras sus ojos azules iban perdiendo el brillo que una vez estuvo allí, en su cerebro se formaba una imagen de una mujer y de su boca salieron unas palabras:
- todo ha acabado... ¡ah! ¡no!... estás ahí...