las avenidas de la ciudad estaban vacías. andaba sin ningún rumbo, sus pies se mojaban con el agua que servía para limpiar esas grandes arterias de la ciudad, arterias vacías, antes obstruidas. le gustaría poder estar en miles de sitios diferentes, en lugares exóticos que jamás llegará a conocer, pero no puede escapar de ella. su vida pertenece a la ciudad, él no puede huir de su contaminación, de los brazos que, tan fuertemente le tienen cogido.
a veces ella se enfada y hace lo imposible para deprimirle y asfixiarle, se empeña en parecer caótica, insoportable, inhumana y solitaria.
otras veces se llevan bien, y ella le deja ser su rey, o al menos que se lo crea. le descubre nuevos sitios, lugares que en realidad no existen, y le pone en su camino gente sorprendente con historias increíbles, gente afín a él.
ahora él anda por sus calles, mirando la luna llena de agosto, pensando porque ella se está empeñando en hacer su vida imposible. ella, la ciudad, se duerme mientras él sigue andando. al despertarse siente cómo él la ha abandonado, le busca pero sabe que jamás volverá a encontrarle.
alguien le dice a la ciudad que abusó demasiado de ese pobre hombre, que se fue, que no miró atrás, que ahora está en otro lugar.
ella echa de menos al pequeño hombre que en el fondo le amaba. él hace surcos en una playa lejana, simulando las grietas de su ciudad extrañada.