los latidos de mi corazón casi parten mis costillas, la lluvia hace un tímido intento de caer sobre mi, y sólo consigue que unas pocas gotas sigan sus órdenes. esas gotas son las suficientes para que mis gafas se manchen.
unos brazos están abandonados en la calle, pienso en cogerlos y llevármelos al coche, al que estoy convirtiendo últimamente en un almacén cuando me dan estos brotes de síndrome de diógenes. guardo los objetos más raros que puedas imaginar, lágrimas de cocodrilo, alas de pingüino, una estrella caída de la osa menor, un color al que echaron del arco iris, un pelo de mamut, el volante de un coche anfibio, perlas robadas a la gran ostra...
pensando en estas cosas el camino se hace más llevadero, mañana hallarán mi cuerpo en alguna parte del edredón de mi cama...
séptimo paso para la desintoxicación: no descuides tu higiene.