muchas veces he llegado a pensar que max jamás podría llegar a existir, me engañaba a mí mismo. yo le conocí en una fiesta. la primera vez que le vi, seré sincero, me pareció desagradable, pasó a darme pena, y luego me identifique con él. max nunca ha sido un triunfador, a lo mejor alguna vez estuvo a punto de conseguirlo, pero al final todo se marchó. es fácil identificarse con un ganador, estamos hartos de ver gente guapa y triunfadora por la tele, guaperas con familias estupendas, pijas asquerosas “newyorkinas” comprando zapatos, graciosas y numerosas familias españolas,... es mucho más complejo sentirse identificado con max, un autentico perdedor, un ser patético y mediocre. aunque no seamos capaces de verlo, todos tenemos una parte importante de estos ingredientes dentro de nosotros.
recuerdo una noche de fiesta con max por tribunal. bebe cómo un poseso, fuma cómo un indio cabreado, la gente se apartaba de su lado. huele a alcohol, sudor y tabaco.
hace mucho tiempo que no veo a max, sigo fiándome de lo que me cuenta nacho sobre su vida. espero que nunca llegue a cambiar del todo. me mueve un avaricioso sentimiento de necesidad, necesito que exista este tipo de antihéroes porque son los que existen, son con los que nos cruzamos por la calle y no les miramos. son fantasmas en un mundo que nos quieren vender lleno de gente guapa, de gente moderna, de artificialidad. max es un fantasma, yo también lo soy.
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