desde donde dormía se podían ver las estrellas, esparcidas cómo flores por el cielo claro de la noche en verano. hacía recorridos señalando con su dedo, todos acababan en la luna, influjo magnético que influye sobre nuestras vidas. ella se recogía el pelo, se lo ponía detrás de su oreja. estos recorridos en naves espaciales imaginadas aliviaban su vida, hacían que su existencia fuera más relajada. en la mesa de al lado de su cama se apilaban dibujos, montones de fotos y discos. su cama le parecía siempre dolorosamente vacía, intentaba llenarla de montones de cosas, pero no llenaban el hueco que para ella faltaba. para olvidarse del enorme espacio en blanco en su cama seguía mirando a las estrellas, a veces sus ojos se mojaban, pero ella nunca lo admitiría. se queda dormida, sueña con viajes a lejanos países, con ir del brazo de algún chico, que llenen el enorme abismo que cada día que pasa se forma en su habitación, que el agujero negro formado en la almohada de su cama se trague a si mismo.
sueña con estas cosas, y cuando despierta ya no hay estrellas, ni es verano.