hay mañanas en las que la casa está sola. abro los ojos he intento remolonear, nunca puedo, tengo que levantarme inmediatamente y ponerme a hacer cosas para no pensar en ti.
no desayuno, escucho música, me ducho, me visto y procuro estar en la calle lo antes posible. camino por el barrio antes de irme a trabajar. a veces no sé ni que hora es, a veces he tenido que pararme porque ni siquiera sabía dónde estaba.
las mañanas de este invierno me despiertan, me quitan el edredón de un tirón, me tiran de la cama y, mientras intento sobrevivir, me susurran al oído hasta la hora de acostarme: “espera a la primavera”.