tiembla un cuerpo desnudo en la cama, un cuerpo escondido dentro del edredón, refugiado de las castigadoras miradas de mil fotos que le rodean y observan, permitiéndose el lujo de juzgar su actitud, de poner en tela de juicio la fragilidad de un cuerpo humano, el escaso raciocinio de unos actos guiados por unos impulsos que poco tienen que ver con el cerebro. vuelve a la posición fetal, la posición que una vez ocupó dentro del útero de la madre. el edredón simula ese calor frente a las inclemencias del mundo exterior.
“un cuerpo humano es efímero, un ser humano no debería sufrir”.
repite la misma frase una y otra vez, lagrimas brotan por sus ojos, su respiración se acelera a causa del llanto y su corazón, un amasijo de sangre y músculos, se deja sentir con un poderoso y seco sonido en cada rincón del cuerpo.
un cuerpo desnudo sufre convulsiones, necesita sacar la cabeza fuera del edredón para poder respirar, su oxigeno se acaba, asoma poco a poco la cabeza empapada en sudor, llorando. desconoce que ha vuelto a nacer. el ser humano nace y muere varias veces a lo largo de su vida.
un cuerpo desnudo dentro de una bañera, un cuerpo sumergido en el agua, refugiado del ruido del exterior...