mi cuerpo permanece atado a un palo, perpendicular al suelo, sobre un fuego. ellos desfilan de uno en uno, mordiendo mi cuerpo, un bocado por cabeza, grito del dolor. tranquilos, sin inmutarse se van llevando partes de mi, masticando a dos carrillos.
los gritos se ahogan en lágrimas.
despierto, respiro hondo, me duele el cuerpo, no tengo señales, pero aún puedo notar los dientes hincándose en mi piel, los colmillos desgarrando mis huesos.